Mi amigo Ismael, como otros muchos refugiados Sirios, tuvo que dejar su país en busca de su futuro, ya que la guerra había acabado con sus oportunidades en Siria. Pero aunque comparten un drama común, cada uno tiene su propia historia.
Dejar Siria y a sus padres, fue una decisión dura pero quería luchar por su futuro y fue lo suficientemente valiente para intentarlo a pesar de su juventud.
Me contó que, aún siendo musulmán, estudiaba en una escuela católica porque sus padres habían apostado por una buena educación para su hijo y esa, era una buena escuela en la que además podría aprender inglés. Él me contaba que era feliz, que disfrutaba aprendiendo, que le gustaba compartir pupitre con judíos, cristianos y musulmanes, y que desde pequeño aprendió a respetar a los demás independientemente de su cultura o religión. Me decía que para él, creer en Dios implica practicar la humanidad, da igual si crees en un Dios o en otro, lo importante es que tu religión te lleve a ser más humanitario.
Me contó que cuando «los radicales» llegaron al poder, terminaron con cualquier opción de llegar a la universidad. Salió de Siria en busca de un futuro, huyendo de la guerra, del radicalismo, del odio… Y tuvo que dejar atrás a su familia, a sus amigos y su hogar, emprendiendo un largo viaje. Su objetivo era llegar a un país europeo que le diera la oportunidad de estudiar una carrera. Su sueño era, y sigue siendo, estudiar idiomas y ser ingeniero informático.
Finalmente consiguió llegar a Grecia. Como tantos refugiados, arriesgó su vida montándose en una embarcación insegura para cruzar el mar, pero como él dice en su propio testimonio que publicaré la semana que viene: “Más miedo daban las bombas…”
Yo lo conocí ya con 21 años en el campo de Drama y la razón por la que pudimos hacernos amigos es porque sabía inglés y siempre estaba dispuesto a ayudar a los voluntarios de Kitrinos. Él no era el traductor oficial del campo, pero en aquellos días había una paciente del campo ingresada y a diario, el traductor pasaba mucho tiempo en el hospital. Ismael fue de gran ayuda para los voluntarios que trabajábamos en la clínica, pasaba horas traduciendo para que pudiéramos continuar con el trabajo y lo hacía de forma voluntaria y desinteresada… Cuando le daba las gracias, siempre me decía que para él era una suerte poder ayudar a su gente, que le gustaba colaborar con nosotros y que era él quien nos daba las gracias por estar allí con ellos.
El día que me despedí de él en el campo, me contó que no había dormido. Se enteró de que su ciudad estaba siendo bombardeada y pasó en vela toda la noche angustiado y preocupado hasta que cesó el bombardeo y horas después pudo contactar con sus padres. No puedo imaginar cómo se sintió, el miedo que pasaría y la impotencia de estar tan lejos de ellos…. Cuando todo pasó, no se acostó, quería despedirse porque sabía que era mi última mañana en el campo.
Ya desde España, mantuve contacto con él y para mí, fue una gran alegría cuando me enteré que Kitrinos Healthcare, lo contrató como traductor oficial. Cuando cerraron el campo de Drama, Ismael ya formaba parte del equipo Kitrinos y se fue con ellos al nuevo campo. Es un chico servicial, cariñoso, respetuoso y con una gran humanidad así que sabía que haría una labor estupenda dentro del equipo. Y así fue. Ismael ha trabajado como traductor con Kitrinos en distintos campos durante meses y me contaba que se sentía muy feliz de poder ayudar a otros refugiados y de poder hacer algo útil con su vida durante esa eterna y difícil espera a la que se ven abocados cuando llegan a Grecia.
Pero la mayor alegría me la llevé cuando me dijo que por fin, le habían concedido asilo en Suiza. Por suerte, él es de los refugiados que llegó a Grecia antes de marzo de 2016 y, aunque ha tenido que esperar cerca de 2 años en los campos de refugiados a que se resuelva su situación, al menos ya ha conseguido asilo en un país Europeo. Otros muchos no tendrán esa suerte…
Cuando volví a Grecia de voluntaria, un año después, tuve la oportunidad de coincidir con él tres días, justo antes de marcharse a Suiza. Nos hizo mucha ilusión el reencuentro y lo pude acompañar a Atenas donde él cogía su avión para Suiza. Aunque fue difícil decirle adiós, esta vez lo hice llena de esperanza y de alegría. ¡Por fin podría empezar una nueva vida! Después de todo lo que había pasado y de lo que había dejado atrás se empezaba a hacer realidad su sueño…
¡Mucha suerte Ismael! Que en tu nuevo país, encuentres el futuro que te mereces.
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