Por sus derechos:
Hoy es el día internacional de la mujer y se reivindican sus derechos en todo el mundo. Por eso, sin falta, quiero denunciar la situación de vulnerabilidad y desprotección que están sufriendo las mujeres refugiadas. Quiero compartir la situación de las mujeres que he conocido en los campos de refugiados de Grecia que huyen de la guerra de Siria.
Allí he conocido mujeres valientes, incansables y luchadoras que no se rinden a pesar de los horrores que les ha tocado vivir, mujeres que se quedaron con sus hijos en un país en guerra porque sus maridos salieron a buscar, en otros países, el futuro que se les estaba negando en Siria. Pero ellas se quedaron solas, sufriendo la guerra, cuidando de sus hijos y luchando por sobrevivir. Cuando la situación se hizo insostenible, tuvieron que huir con ellos, emprendiendo largos viajes , incluso a pié, caminando con sus hijos. Conocí a una madre que viajaba con seis hijos, otras eran tan jóvenes, que ellas mismas eran unas niñas, pero seguían adelante, con hijos pequeños, con bebes, y solas ante los peligros que encontraron en el camino. Atravesaron el mar en esas embarcaciones inmundas ocultando sus propios miedos para que sus hijos no se asustaran. Y luego se vieron atrapadas en los campos de refugiados de Grecia durante largos meses, incluso años, sin poder llegar al lugar donde se encuentran sus maridos para reunir a sus familias. Ellas sufren al no poder ofrecerles un hogar, pero incluso en esas circunstancias, siguen ejerciendo de madres, cuidando de sus hijos, y proporcionándoles los mejores cuidados a pesar de las duras circunstancias del entorno.
He conocido otras madres que tuvieron peor suerte y viajaban con la pena de haber enterrado a un hijo en Siria, pero tenían que seguir adelante y luchar porque tenían que cuidar del resto.
También he conocido mujeres que viajan con sus maridos, y que además de las duras consecuencias de la guerra y de ser refugiadas, sufren el machismo arraigado en tantas culturas. Dentro de los campos he conocido a mujeres maltratadas físicamente y psicológicamente. He visto a un marido negar la atención médica a su mujer mientras, ésta sufría un aborto por no poder ser varón el médico que la atendía en el hospital. He visto lesiones neurológicas irreversibles en una mujer por los golpes que su marido le había dado en la cabeza, según nos contaban otros residentes del campo, ya que ella misma nunca lo denunció por miedo a quedarse sola como mujer refugiada sin la “protección” de su marido. He conocido a mujeres con hijos enfermos o discapacitados que no cuentan con la ayuda de sus maridos a pesar de viajar con ellos y de estar viviendo como refugiados en un campo sin tener otras ocupaciones.
La vida de una mujer refugiada es muy dura, he aprendido de la valentía y la fortaleza con la que la mayoría afrontan su situación, de su espíritu de lucha… pero también he conocido mujeres que están desesperadas, que ya no pueden más, es mucho lo que llevan pasado y no le ven fin a su situación. Algunas padecen depresión, ansiedad, síntomas de estrés postraumático y una de ellas intentó suicidarse en el campo…
He hablado con muchas madres que ya no le piden a la vida nada para ellas, no reivindican derechos propios, sólo desean que sus hijas puedan salir de la situación en la que están atrapadas y que después de haber vivido una infancia sin derechos, encuentren el futuro que merecen.
He conocido a mujeres que viajaban embarazadas, que tuvieron a sus bebés a mitad del camino y tras dar a luz siguieron adelante hasta llegar a Grecia. Otras han tenido a sus hijos en un campo de refugiados y otras, han sufrido el dolor de su pérdida. Pero todas ellas siguen luchando, sacando las fuerzas de donde pueden para cuidar de los suyos en la realidad tan dura que les ha tocado vivir.
He conocido a mujeres refugiadas que luchaban por sus derechos de igualdad en sus países de origen, mayoritariamente machistas. Mujeres que tenían un trabajo, he conocido a mujeres que eran profesoras, enfermeras, peluqueras, banqueras, incluso a una monitora de hip-hop, chicas con deseos de estudiar una carrera y ejercer una profesión… pero la guerra les ha arrebatado sus derechos.
Por eso, hoy especialmente, me acuerdo de ellas. Y deseo que los derechos para las mujeres que hoy se gritan en todo el mundo, lleguen también a las mujeres refugiadas.
Que tu voz sea la voz de tantas mujeres que necesitan ser escuchadas, comprendidas y ayudadas,
Magnifico comentario. ¡Enhorabuena Amelia!
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Gracias Lola por tu apoyo y por ser un ejemplo de mujer luchadora para todas las que tenemos el placer de conocerte.
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